El recién pasado martes 23 de agosto el Ministerio de Educación otorgó al poeta Manuel Silva Acevedo, el Premio Nacional de Literatura 2016.
Perteneciente a la llamada generación literaria de 1960 o generación dispersa, nació en Santiago un 10 de febrero de 1942, en calle Ejército y su infancia y primera adolescencia transcurrieron en el barrio República. Aprendió sus primeras letras en la escuela parroquial de calle Vergara y realizó sus estudios secundarios en el Instituto Nacional, donde en 1959 fue presidente de su Academia de Letras, y los superiores en el Instituto Pedagógico y la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile.
Publicó su primer libro, Perturbaciones, en 1967, obra con la que se inscribió en la generación de poetas de 1960. Luego siguieron Lobos y ovejas (1976), Mester de bastardía (1977), Monte de Venus (1979), Terrores diurnos (1982), Palos de ciego (1986), Desandar lo andado (1988), la traducción al alemán de Lobos y ovejas, Wölfe und Schafe (1989), Canto rodado (1995), Houdini, con Guillermo Frommer (1996), Suma alzada, antología (1998), Cara de hereje (2000), Día quinto (2002), Bajo palabra, CD, Poetas-Siglo XXI (2004), Campo de amarte (2006), Escorial, antología. México (2007), Contraluz, antología (2010), Lazos de sangre, Camino del Ciego Ediciones, Los Ángeles (Chile), 2011, Punto de fuga, antología (2015).
"Quizás el libro más célebre de Silva Acevedo, Lobos y ovejas fue dado a conocer con el otorgamiento del premio "Luis Oyarzún" de la Revista Trilce y la Universidad Austral en 1972. El volumen fue publicado recién cuatro años después, en una plaquette -es decir, un impreso de pequeño formato- por la galería de Paulina Waugh. Sin embargo, el tomo desapareció ese mismo año en el incendio intencional ocurrido en dicha galería. En su prólogo a la antología Suma alzada, la crítica Adriana Valdés comenta: "Se transformó entonces, como tantas cosas de ese período, en una latencia, en un poema fantasma, fotocopiado, comentado tras bambalinas, susurreado, inexistente en el escenario público y sin embargo de una presencia feroz. Feroz y ambigua, como el poema mismo. Un poema que desafiaba toda manera de hablar de él, especialmente en ese tiempo de perseguidores y perseguidos, de banderas desplegadas e inequívocas. Un poema a la vez mínimo y escandaloso, un pequeño clásico en sordina, un hito en la literatura chilena" (En Suma alzada. Santiago: Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 12).
El libro está dedicado a Enrique Lihn y contiene veintidós poemas unidos bajo la temática que le da el título a la obra. Cada composición posee una perspectiva específica --la "oveja soñadora", la "tonta oveja", la "oveja mendiga", la "oveja mansa", la loba, "fiera solitaria" o un observador en tercera persona-- que da a los poemas el carácter de monólogos. Enrique Lihn y Pedro Lastra dieron cuenta de la relación erótica sadomasoquista que se establece en estos poemas:
Yo, la obtusa oveja,
Huía tropezando con mis hermanastras
El lobo nos seguía acezando
Y entonces yo, la oveja pródiga,
Me quedé a la zaga
El lobo bautista me dio alcance
Se me trepó al lomo derribándome
Y enterró sus colmillos en mi cuello
Vieja loba, me dijo
Vieja loba piel de oveja
Quiero morir contigo
Esperaré a los perros
La sangre me manaba a borbotones
Parecíamos un sol enterrado de cabeza
En el suelo
(En Silva Acevedo, Manuel. Canto rodado. Santiago: Editorial Universitaria, 1995, p. 26).
Según Valdés, pese a la economía de medios, Lobos y ovejas adquirió un carácter premonitorio, al anunciar simbólicamente lo que ocurriría en 1973."
Fuente: Memoria Chilena
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